sábado, 29 de mayo de 2021

Chantaje a una mala madre

 Una madre empieza a ser chantajeada por su propio hijo sin saberlo, y las peticiones del desconocido cada vez se vuelven más sexuales... ¿Qué sucederá si estas peticiones acaban acercándole demasiado a su hijo?



Saul era un adolescente, no tenía padre porque había muerto años atrás y, su madre, Bárbara, era cariñosa y atenta con él. Su relación era perfectamente normal: Ella trabajaba, él estudiaba. Bárbara trabajaba en una inmobiliaria y se ganaba muy bien la vida para vivir sola, por eso no le gustaba la idea de depender económicamente de ningún hombre. Bárbara trabajaba la mayor parte del tiempo, pero el tiempo que tenía libre lo dedicaba casi por completo a su hijo. En ocasiones desaparecía sin dar muchas explicaciones, pero no tardaba en regresar junto a Saul.


Ambos se escondían un secreto que el otro desconocía, y aunque los años habían ido pasando, la relación entre ambos era muy buena: Madre cariñosa, atenta y trabajadora. Hijo estudioso, sin interés por drogas o malas compañías… O eso parecía. 


El secreto de Saul era simple: Se había sentido atraído por su madre desde que había empezado a masturbarse. No la amaba, no estaba enamorado de ella. Solo le excitaba fantasear cosas en su cabeza, también le gustaba mirarla porque Bárbara era una mujer delgada, con un grande y bonito culo de nalgas redondas, unas tetas tentadoras y una larga cabellera rubia. Algunos la habrían descrito como una mujer rellenita o que rozaba la gordura, pero tan solo era porque incluso siendo delgada, era una mujer grande. Bárbara nunca hizo nada inapropiado delante de su hijo: Su vestir, su actitud y su educación era intachable, pero eso no la protegía de las miradas lascivas que su hijo le lanzaba, las cuales ella no notaba.

                                           

El secreto de Bárbara era más complicado: Trabajaba mucho, le dedicaba tiempo a su hijo. ¿Cuánto tiempo le quedaba para ella sola? No quería marido, no quería pareja… Pero eso no significaba que no necesitase estar con hombres. A espaldas de Saul, su madre se hacía fotos atrevidas y las subía a Tinder, donde esperaba que algún hombre llamase y la conquistase… Por unas horas. Bárbara no quería compromisos, no quería depender de ningún hombre. Solo quería disfrutar de unas horas de pasión, incluso si en el fondo le habría gustado comprometerse de manera fija y estable con algún hombre.




Bárbara no sabía que su hijo se masturbaba de mil maneras distintas pensando en ella siempre que tenía oportunidad. Y Saúl ni siquiera sospechaba que su madre buscaba varón. Pero ese equilibrio de ignorancia cambió cuando Saúl empezó a frecuentar páginas de citas con un perfil falso de hombre, sin saber que se acercaba peligrosamente al perfil de su madre… Hasta que finalmente lo encontró: Su reacción fue de incredulidad, pero cuanto más miraba y analizaba las fotos, más convencido estaba de que era si madre. Todas las fotos eran con ropa, pero estaba maquillada y posaba para la cámara de forma coqueta, y Bárbara nunca había hecho eso delante de él.

‘’Me llamo Bárbara y tengo un solo hijo. No busco pareja ni compromiso alguno, soy bastante exigente. Solo quiero pasarla bien. ¿Te atreves?’’ Así se describía la mujer en su página personal. Al leer esto, un elaborado plan empezó a formarse en la cabeza de Saul. Un plan enfermizo e injusto para Bárbara, pero no era nada nuevo. ¿Qué hijo se pajea pensando en su propia madre? Y si lo hace… ¿De qué será capaz si se le presenta la oportunidad?

Con la ayuda de un perfil falso, escribió anónimamente un mensaje que si lo leía, no podría permitirse ignorarlo: ¿Sabe Saul que te dedicas a la prostitución?

La respuesta de Bárbara fue implacable y contundente: ‘’¿Quién eres? ¿Cómo sabes eso? Voy a llamar a la policía.’’ A lo que el chantajista anónimo contesto: ‘’¿Por qué vas a llamar a la policía? No he pedido dinero ni quiero perjudicarte de modo alguno, pero si quiero jugar a algo contigo. Si haces lo que digo, Saul no tiene porque enterarse de nada’’

Si bien Bárbara creía que el chantajista le pediría fotos comprometedoras o algún favor sexual, y por eso se equivocó totalmente. Por extraño que pudiese parecerle, el desconocido aseguró que si contactaba con la policía desaparecería sin dejar rastro, pero que podía ver todo lo que hacía dentro de su casa. Por eso le pediría que hiciese ciertas cosas o se vistiese de ciertas maneras, y cada vez que ella se negase a hacer lo que le pidiese, se pondría en contacto con Saul. Si se negaba tres veces, a la tercera indudablemente Saul sabría que era una puta que estaba con mil hombres.

La mujer no era tonta, cobarde ni incapaz. Si no llamó a la policía no fue por miedo, incluso si pensó que era aterrador que una persona pudiese ver lo que hacía dentro de la casa. Por mucho que buscó cámaras en armarios y estanterías no encontró nada, pero si alguien podía ver lo que hacía dentro de su propia casa con las cortinas y persianas bajadas, era porque tenía acceso a la casa pero por mucho que buscó no encontró una sola manera de que alguien los espiase, además el hombre tenía razón: No podía denunciarle porque no le había hecho absolutamente nada, y si podía ver que llevaba puesto o que hacía… ¿Cómo se vengaría si acudía a la policía?

La respuesta de Barbara fue la siguiente: ‘’Haré lo que me pidas, pero no le digas nada a Saul’’. Él contestó: ‘’No dejes de jugar y eso no pasará. Cada día te pediré una cosa distinta, sabré si lo haces o no. No preguntes, no te niegues. Si cumples, podrás hacerme una pregunta siempre que no tenga que ver con mi identidad. Si no lo haces, me pondré en contacto con tu hijo… Y le daré pistas sobre ti, cada vez más evidentes’’.

A ese acuerdo llegó Bárbara, y esperando peticiones indecentes, nunca esperó que le pidiese las cosas que le iba a pedir.

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<< Día 1 >>

Petición: Bárbara, hoy te olvidarás de usar sujetador. Irás al trabajo sin sujetador y cuando vuelvas a casa, tampoco lo llevarás, sí… Incluso delante de tu hijo. No llevarás sujetador en todo el día.

Bárbara gruñó, inconforme. Al tener un gran busto, atraía miradas incluso con sujetador pero, al ser una petición inofensiva, eso hizo. Ese día se le ‘’olvidó’’ usar el sujetador. Todo el mundo la miraba por la calle, en el trabajo sus compañeras (todas mujeres) hicieron bromas al respecto y por la noche, ya en casa, se sentó a ver una película en el sofá. Por suerte para ella, Saul no pareció reaccionar, tal vez ni siquiera se dio cuenta…


Al cumplir su parte, Bárbara pudo hacerle una pregunta. A lo que el chantajista misterioso contesto: Si te dijese como puedo ver lo que haces o como tengo acceso al interior de tu cabeza perdería toda la gracia. ¿No crees? Solo diré que si lo supieses, te explotaría la cabeza.

<< Día 2 >>

Petición: En algún momento a lo largo del día, te ducharás y mientras lo haces llamarás a tu hijo. Tiene que verte desnuda.

Por supuesto, Bárbara se enfadó. No le hizo ninguna gracia que ese enfermo involucrase a Saul, pero no se negó. Después de todo, no sería la primera vez que su hijo la viese con poca ropa y no había nada de malo en que su propio hijo la viese sin ropa. ‘’Nadie puede sexualizar la relación entre mi hijo y yo’’. Así pues, por la tarde, al llegar del trabajo, se duchó y pidió a su hijo que le acercase una toalla. Para su sorpresa Saul no se avergonzó ni se mostro tímido ante su desnudez, más bien pareció desafiante.


Por la noche, al hacerle su pregunta al chantajista, este contesto: ‘’¿Por qué te he pedido que tu hijo te vea desnudo? Me parece morboso que le muestres esa parte de ti a tu hijo. Incluso si Saul nunca te va a ver de esa manera. Así que… Ahora lo sabes. Si te pido que te exhibas delante de él, es únicamente para mi disfrute.’’

Ella le contestó que estaba enfermo y le daba asco, pero no obtuvo respuesta hasta el día siguiente.

<< Día 3 >>

Petición: Hoy no llevarás ropa interior, y cuando vayas por casa usarás una minifalda. Voy a pedirte que le des la espalda a tu hijo y pongas tu culo en pompa tres veces. No tiene que darse cuenta ni enterarse, pero tienes que hacerlo.

Ese día, Bárbara fue a trabajar y cuando volvió, permaneció encerrada en el baño pensando sobre si debía hacerlo o tenía que negarse. Hacer aquello era demasiado. Ceder ante aquella petición era inmoral y la convertiría automáticamente en una mala madre. Se colocó y se quitó varias veces la ropa interior, indecisa. Finalmente salió del lavabo y se paseó por la casa con las nalgas desnudas bajo una salga… El corazón le latía rápido y fuerte, sintiendo un extraño calor en el pecho. Le excitaba demasiado ser una exhibicionista, pero nunca se había planteado hacerlo delante de su hijo… ¡Que sucia se sentía! Saul miraba aburrido el televisor desde el sofá, cuando su madre le dio la espalda y se inclinó hacia adelante, agarrando algo de un cajón. Bárbara no supo si estaba viéndola o no, pero pudo sentir unos ojos imaginados clavados en su espalda… O mejor dicho en sus labios vaginales.


Pensó que sería mejor hacerlo las tres veces lo más seguido que pudiese, por eso se le cayó lo que había agarrado del cajón y se puso a cuatro patas para agarrarlo. Por algún motivo no pudo hacerlo una tercera vez, dos ya habían sido suficiente para hacer que su corazón quedase sensible y agotado en su pecho. Bárbara se sentó junto a su hijo, sentándose de lado con sus labios vaginales desnudos apuntando hacia él, lubricados y extrañamente mojados. Ella no sintió interés por parte de Saul, como si no le estuviese prestando la más mínima atención. Ella no era tonta, y sabía que algo no andaba bien. O Saul era muy distraído o estaba disimulando muy bien… Demasiado.


Por la noche, al hacerle su pregunta, el chantajista contestó diciendo: Reconozco que me he masturbado pensando en que te follas a tu hijo. Para mí es extremadamente morboso. Pero no me lo tengas en cuenta… Solo soy una mente enferma que disfruta con una fantasía imposible.
Aquella noche, Barbara no durmió nada bien. Por alguna extraña razón, en la seguridad de su mente donde aquel chantajista no tenía acceso, aceptó el hecho de que le excitaba calentar a su chantajista. Y eso la convertía, sin ningún tipo de duda, en una mala madre… Porque era a costa de su hijo.

 

<< Día 4 >>

Petición: Le darás permiso a tu hijo a que traiga amigos a casa. No llevarás sujetador ni bragas. Serás muy cariñosa con los amigos de Saul que él traiga, sean cuantos sean.

Era Sábado. Ese día Bárbara no trabajaba y habló con su hijo para que invitase a compañeros de clase, argumentando que nunca traía a nadie. Saul pareció alegrarse mucho y por la tarde, llegaron dos compañeros de clase, encerrándose los tres en su habitación. La cara de Bárbara estaba roja cuando con ropa liviana alcanzó a llevar una bandeja de aperitivo a sus invitados. Rascó con su mano el cabello de uno de ellos y acarició la espalda del otro. Les sonrió a ambos. Al agarrar cosas del escritorio de su hijo, sintió como los pezones amenazaban con dejarse ver fuera del corpiño. Los dos amigos de su hijo se mostraron encantados, y uno hasta se atrevió a tocar el culo de Bárbara. con inocencia y mucho disimulo. Ella no dijo nada y lo pasó por alto.





No pasó nada más relevante mientras estuvieron en la casa.

Por la noche, Bárbara hizo su pregunta y el chantajista contestó: ‘’No quiero asustarte, no es como si te fuese a pedir que hicieses una locura con Saul. Pero me gustaría ver hasta donde está dispuesto a llegar tu hijo si se lo permites… Es un hombre, y tú eres una mujer. Estoy seguro de que si le presionas no te vería como madre, solo como un hoyo que perforar. Perdón, me he excitado pensándolo. Olvida lo que he dicho hehe’’

Aquella noche durmió mejor, pero antes de conciliar el sueño no pudo parar de pensar en como la había mirado Saul y sus dos amigos. Nunca había visto a su propio hijo con esos ojos, y no era excitación, sino curiosidad. Podría ser que estuviese demasiado caliente y necesitase una buena polla, eso tenía que estar influenciando en su manera de pensar. Lo que era seguro es que sentía un calor y una especie de rubor en todo su cuerpo, y en especial, entre sus piernas.


<< Día 5 >>

Petición: Tienes la espalda destrozada. Te va a dar mucha vergüenza y a tu hijo también, pero pídele un masaje de aceite. Puedes hacerlo en ropa interior, pero bromea con hacerlo desnuda para que Saul esté más cómodo. 

Era domingo, y como él día anterior, tampoco trabajó. Bárbara se sintió ansiosa, sin saber muy bien como pedírselo a su hijo. Durante una hora, fingió que le dolía la espalda frente a su hijo y, poco después, se asomó por la puerta de la habitación de Saul con un bote de aceite, sonriéndole y preguntándole si podía hacerle un masaje. Saul, ruborizándose y claramente avergonzado, dijo que sí.

A la media hora, la sala de estar estaba con muy poca iluminación, gracias a lámparas de baja intensidad que crearon un ambiente de relax. Bárbara ni siquiera se planteó desnudarse, pero para su sorpresa fue su propio hijo el que lo propuso, justificándose en que estaría más cómoda. La dejó sola para que se preparase y estirase sobre el sofá, y aunque él mismo había dado la opción, mantuvo su sujetador y sus bragas cuando se estiró boca abajo en el sofá.




Saul entró y disparó sobre su piel desnuda varios chorros de aceite, la piel de Bárbara estaba sensible y se erizó al contacto con las manos de su hijo, que acarició su espalda y la apretó en zonas que, muscularmente, le agradó mucho. Bárbara cerró los ojos y se relajó, tranquilizándose al pensar en que no había nada malo en que su hijo le diese un masaje. Notó las manos de su hijo acercarse peligrosamente a su culo, pero no llegaba a tocar nada comprometedor hasta que, finalmente, conquistó la cima de los dos montes que formaba su culo y los manoseó, apartándolos sin reparo alguno.
— ¡Saul! -le llamó la atención, sobresaltada. Su hijo se rio y dijo que era parte del masaje.
                                          
Bárbara quedó intranquila, con esa inquietud anidando en su pecho mientras se esforzaba por no pensar que los dedos de su propio hijo estaban cerca… muy cerca. Las palabras escritas del chantajista llenaron su cabeza, recordando como dijo que su hijo era un hombre y que si le daba la oportunidad podría sorprenderse de lo que le haría.

La fémina se dio la vuelta sin previo aviso y se colocó boca arriba. Habría preferido no ver aquel bulto en los pantalones de su hijo.
— ¿Ahora por arriba? -preguntó Saul, con una sonrisa pícara.
— Sí… -se limitó a contestar Bárbara, sin saber que decir. Fingió no darse cuenta de nada y cerró los ojos, preguntándose hasta donde llegaría la situación si le dejaba.

Saul meneó el bote de aceite como su fuese su polla y disparó encima de su piel. Todo le pareció obsceno a Bárbara, incluso cuando las manos pringosas de su hijo masajearon sus costillas, su vientre y sus piernas. Peligrosamente cerca de sus pechos y su conejo, pero sin llegar a tocar excesivamente nada. Bárbara no pudo evitar bloquearse con la idea de que su hijo tenía una erección, y quiso pensar que era algo normal por la edad pero no conocía ningún caso que pudiese justificar aquello. Lo único que podía hacer era fingir inocencia.

Los dedos de Saul se pasearon por los muslos de su madre, por sus axilas, por su cuello… Bárbara creyó sentir las ganas de su propio hijo de agarrarle las tetas. Entonces el masaje terminó y Saul le quitó hierro, como si no pasase nada, preguntándole si le había gustado.
— Sí… Me ha gustado.

Esa noche, fue el chantajista quien se negó a ser preguntado y le preguntó a ella. La madre de Saul contestó: ‘’No, no me ha gustado… Es enfermizo. Solo ha sido un masaje con mi hijo’’

No obtuvo respuesta.

 

<< Día 6 >>

Petición: No me gustan los lunes, así que mi petición de hoy es totalmente egoista. Mándame una foto selfie para que me pajee pensando en ti… No hay ninguna condición, hazlo como quieras. Solo… compláceme.

El síndrome de Estocolmo puede darse en muchos casos, y se puede resumir en que la víctima de un delito o una coarción empieza a sentir algún tipo de vínculo emocional con su agresor. Bárbara era inteligente, pero ni se paró a pensar que su deseo de complacer, aquella vez al menos, a su chantajista, podría ser un síndrome y no algo justificado, pero para Bárbara tenía un sentido: Fuese quien fuese, no le había exigido dinero, no le había perjudicado de ninguna manera malintencionada. Si bien podía ser un enfermo sexual, parecía agradable, por eso le preguntó.
— ¿Para qué quieres la foto?
— Voy a alegrarme la vista con ella -contestó por escrito el chantajista.
— ¿Y si te envío una foto de un jarrón? Eso cuenta como selfie…
— No he puesto ninguna condición, así que solo… haz lo que quieras.
— ¿Seguro?
— Sí… Seguro.
— Pero podrías chantajearme luego con ella.
— Totalmente. Es bajo tu riesgo.
— No quiero darte más poder sobre mi del que ya tienes.
— ¿Tengo poder control sobre ti? ¿Te sientes dominada?
— Has hecho que ande sin ropa interior por la casa y que mi hijo me de un masaje…
— He hecho que tu hijo te vea sin ropa interior, sí.
— No sería bueno para mí pasarte una foto así.
— Como sea, tienes que pasarme una foto… Tú decidirás como.



Al dispositivo del que se conectaba el chantajista llegó una foto… Bárbara desnuda, abierta de piernas… Se apreciaba perfectamente su cara, sus pechos y sus labios vaginales… El chantajista sonrió perversamente.

Aquella noche no hubo pregunta.

<< Día 7 >>

Petición: Dúchate con tu hijo.

No hay nada de malo en que una madre se duche con su hijo, incluso si es algo inapropiado. Cuando Bárbara llegó del trabajo por la tarde, preguntó a su hijo si quería ducharse antes y este contestó que sí. Ella aparentó tener prisa, y con él ya desnudo bajo la corriente de agua de la ducha, ella entró completamente desnuda y se coló al lado de su hijo. Saul protestó, pero su madre insistió en que tenía prisa.

En un espacio tan estrecho era difícil que sus pieles no se encontrasen. Bárbara intentó actuar de forma amigable, abrazando a hijo siendo consciente de que sus senos desnudos se apretujaban contra su espalda. Intentó dar a su hijo algo de intimidad, mientras se duchaba, se enjabonaba y aclaraba el pelo dio la espalda a Saul como si estuviese sola duchándose. Luego le pidió si podría limpiarle la espalda y Saul, el cual no veía porque le estaba dando la espalda, dijo que sí. Bárbara sintió la esponja frotar su espalda, mientras intentaba tener una actitud auto-crítica y se preguntaba porque estaba haciendo aquello. Era totalmente imposible que hubiese cámaras en el baño, a no ser que fuesen diminutas y estuviesen colocadas en agujeros de pared o en los propios muebles. Como fuese, Bárbara salió de la ducha, se tapó con la toalla… Y salió del baño como si no hubiese pasado nada.
                                       
Aquella noche, Bárbara le preguntó a su chantajista y él le contestó lo siguiente: ‘’Esto se acabará cuando yo me canse y te deje en paz… O cuando tú te canses y decidas desobedecer… Pero si eso pasa, podría requerir una compensación. O tal vez se lo diga a tu hijo’’ Bárbara le avisó de que no haría nada con su hijo, y que se limitaría a complacer sus peticiones siempre y cuando no hubiese un contacto o fuesen indecentes. El chantajista dijo que estaba de acuerdo, pero eso no la dejó muy convencida.


 << Día 8 >>

Petición: Sé que tienes pantalones elásticos aunque nunca los usas. Hoy es miércoles de deporte, vas a ponerte esos pantalones sin bragas debajo y un top, con o sin sujetador, lo que prefieras. Vas a hacer yoga en el salón, esté tu hijo o no. Si te descubre haciéndolo, le propondrás o insistirás en te acompañe. Quiero que le muestres tu coño marcado a través del pantalón, también debes pedirle ayuda para que te ayude a estirarte.


Bárbara quedó en shock por la precisión de aquellas instrucciones, y llegó a preguntarse si era demasiado. Buscó su pantalón elástico, pero no lo encontró. Tardó bastante en ubicarlo y se preguntó como podía saber aquello, pues ni siquiera Saul la había visto nunca con aquellos leggins. Solo los había utilizado una vez, en la página de citas, para realzar su propio trasero y seducir a los amantes del deporte. Fuera como fuera, por decencia, no le gustó como se veía su blusa de deporte sin sujetador, así que se lo puso. Por otra parte, su cara se encendió y enrojeció al ver su propia vagina transparentada a través del pantalón… Y se supone que debía hacer yoga con su propio hijo así…

Empezó a hacer yoga en el comedor, usando Youtube en la televisión y siguiendo los ejemplos que ponía la chica. Ante el escándalo de la música, Saul salió a su encuentro desde su habitación y le preguntó que hacía. Bárbara improvisó una respuesta diciendo que se estaba poniendo muy gorda y necesitaba hacer algo de ejercicio, incluso si el yoga era para relajarse y no para perder peso. Saul la estudió de arriba abajo y se mostró predispuesto a hacer yoga con ella.


La primera postura: Ambos se abrieron de piernas, uno frente al otro hasta que sus pies se tocaron y se impedían mutuamente cerrar las piernas. Bárbara no tuvo que pensar mucho y le dijo que quería ver cuan flexible era, lo agarró de ambos brazos y tiró de él. La cabeza de su hijo fue bajando mientras este se quejaba del dolor, pero ella forzó hasta que sus ojos y su nariz casi podían oler lo que había entre sus piernas. Bárbara alzó la vista, avergonzada, sin atreverse a mirar si su hijo miraba o mantenía los ojos cerrados por el esfuerzo.
— Ahora te toca a ti – dijo Saul vengativo, con una sonrisa maliciosa. La agarró de sus brazos y tiró de ella, pero gracias a su flexibilidad, no había dolor, por lo que su cara bajó y bajó hasta quedar a pocos centímetros de la entrepierna de Saul. Este, sin darse cuenta, tiró más de la cuenta y la nariz y la boca de su propia madre chocaron con su entrepierna, con aquella superficie blanda y dura a la vez-. ¡Que bien, mamá! Eres muy flexible -la felicitó Saul con inocencia… Parecía no darse cuenta de lo que acababa de pasar, por lo que ella tampoco dijo nada.


La segunda postura: Bárbara se puso a cuatro patas en el suelo, luego se apoyó sobre sus rodillas y sus codos y le pidió a su hijo que ‘’la montase’’ con la idea de aplastarle la espalda. Como si fuese una yegua su hijo se sentó entre su espalda y su culo y empezó a votar. Hizo el tonto, por supuesto, le pareció gracioso y, como un jinete azuza a su montura, Saul azotó un par de veces el culo de su madre de manera totalmente inocente mientras estos reían.

La tercera postura: Fue totalmente inmoral e innecesaria, pero la hizo. Bárbara se estiró boca arriba y le pidió ayuda para que le abriese lo máximo posible de piernas. Saul, en lugar de apoyar sus rodillas frente a sus piernas, casi se sienta sobre la cara de ella. El rostro de Barbara quedó oculto bajo su culo mientras Saul apoyaba parte de su peso sobre los tobillos de su madre… Parecía la posición 69, pensó Bárbara que en ese momento se había quedado sin palabras. Roja como un tomate, se dejó abrir de piernas hasta que las uñas de sus pies tocaron el suelo sin separar la espalda. Saul botó levemente sobre sus piernas, como si quisiese hacer que se abriese todavía más.




Bárbara quedó tendida en el suelo mientras su hijo la felicitaba, con algo de malicia, por su flexibilidad. Marchándose de nuevo a su habitación.

Aquella noche, el chantajista aplaudió la sesión de Yoga que había tenido y confesó haberla disfrutado mucho. Ella le preguntó, otra vez, como podía ver todo aquello. El desconocido insistió diciendo que si se lo decía, no tendría gracia, así que no pensaba decírselo.


<< Día 9 >>

Petición: Hoy es jueves de película, y lo primero que te voy a pedir es que, por la noche, propongas a tu hijo ver una película. Si te dice que no, no pasa nada. Te libras, pero si te dice que sí quiero que hagas las siguientes cosas: Quiero que no uses sujetador. Quiero que uses tanga de hilo, el más delgado que tengas. Quiero que se te vean bien las tetas. Mientras veáis la película, estarás lo más cerca posible de él, si es posible, abrazada a él. Comerás un plátano de manera erótica, quiero que te vea comerlo. Quiero que sexualices la comida, por estúpido y tonto que pueda parecerte. Quiero que le digas que te apetece leche caliente, incluso leche condensada pero dile que no puedes porque eso engorda y no puedes permitírtelo. También quiero que recuestes tu cabeza sobre sus piernas. Y eso es todo.

El día en el trabajo aquel jueves se le hizo especialmente largo, por la impaciencia de llegar la noche y ver como sucedía todo. No podía creerse que realmente estuviese dispuesta a hacer aquello. ¿Qué estaba pasando con ello? No estaba segura si era la actitud o el interés del chantajista, o la complicidad que mostraba Saul con todo lo que había pasado hasta ahora.

Se vistió para la ocasión como el chantajista había ordenado: Se colocó el tanga más sucio y delgado que encontró… Apenas escondía sus labios vaginales. Se puso una camisa que, si permanecía quieta, escondía sus pechos pero que si se movía mucho, amenazaba con asomar los pezones. Se puso una falda negra tan corta que casi parecía ropa interior… Y la película comenzó.


Bárbara se sintió muy incómoda, tan nerviosa que no escogió bien el orden y primero apoyó su cabeza en las piernas de su hijo. Este acarició su pelo, y con la cabeza allí, Bárbara olfateó un olor muy peculiar que no sabía a que le recordaba. Era un olor que le provocaba un picor agradable en la nariz y la instaba a oler más. Con tan solo 15 minutos de película, Bárbara se recostó al lado de su hijo y dijo que le apetecía comer algo. Le pidió a su hijo si le podía traer un plátano y este la consintió. Con los ojos fijos en la pantalla, Bárbara se metió la punta del plátano entre los labios, sin morderlo. Intentó olvidar el hecho de que su hijo podía estar mirando, y si bien cumplía lo que le había pedido el chantajista, se sentía terriblemente avergonzada. Por eso se lo comió lo más rápido posible antes de tener otro nuevo capricho.
— Como se me antoja lechita… O leche condensada. Hace tanto que no las pruebo… Me gustaría saborearlo. Ese sabor empalagoso y pringoso.
— ¿Quieres que te traiga, creo que hay en el armario?
— Sí… Tráeme leche condensada.
— Que caprichosa estás…
— Venga, cariño… Consiente a tu mami.
— Te voy a consentir, por mi madre lo que sea… Ahora voy a exprimirlo.


Saul se perdió en la cocina mientras la película seguía sonando.
— Te lo voy a poner en tu taza favorita.
— Como quieras, cielo… -le contestó, y se hizo el silencio.

Bárbara tuvo la tentación de levantarse e ir a la cocina, pero no lo hizo. Se abrió de piernas ligeramente y descubrió un pringoso flujo desbordando la tela del tanga. Lo primero que pensó, al verse así, fue que el chantajista, con sus cámaras, debía estar teniendo una vista perfecta de lo que acababa de descubrir sobre su humedad.
— ¿Saul? ¿Qué haces, cielo?
— Ya termino…
— ¿Qué? -preguntó con curiosidad.
— La leche condensanda, está muy pegada y no sale -La voz de su hijo sonaba agitada.
— Dale duro, cariño. Menea bien el bote.
— Ya lo hago, lo estoy moviendo bien duro… -contestó con urgencia-. Ya esta… Ya está… -añadió como si tuviese ganas de estornudar.
— ¿Quieres que vaya a ayudarte?
— No, ya está… -dijo aliviado, abriendo la puerta de la cocina con la cara roja y ofreciéndole su taza favorita.
— Has derramado la leche fuera -dijo Bárbara observando dos líneas de diferente color en el borde de la taza. Una de un blanco muy puro, otra de un gris blanquecino y transparente.

Bárbara, que no era tonta, tuvo un pensamiento fugaz. Un pensamiento absurdo sobre la taza… Pero eso era imposible.
— ¿Qué pasa, mama?
— No… Creo que no lo tomaré. Ya te lo dije… Engorda mucho.
— Con lo que me ha costado sacarlo del envase… ¡Trágatelo!
— ¡No! -replicó ella riendo, apartando la taza.

Saul, entre risas, agarró la taza y la inclinó para que su contenido desbordase y cayese sobre la cara de su propia madre. Como esta intentó esquivarlo la abrazó sentándose a su lado y la agarró de las mejillas, impidiéndole apartarse y le dijo que sacase la lengua.
— ¡No!
— Saca la lengua. Saboréalo y trágalo.


La espesa leche condensada chorreó sobre su lengua, y al entrar en contacto con la azucarada solución, Bárbara se rindió… Le pareció ver entre la espesa solución pegajosa y semilíquida burbujas de transparentes. No, era su imaginación… Su hijo no podría hacer eso. Era el chantajista que la estaba volviendo loca. Bárbara agarró la taza y bebió de ella, llenándose los alrededores de los labios de leche condensada y relamiéndoselos con su lengua.
— Así me gusta…
— Solo porque me lo has dado en mi taza favorita…
— ¿Hay algo que te apetezca más?
— Hotdog… Hoy me apetece hotdog -contestó ruborizada, sin saber porque dijo eso. De reojo le pareció ver cierto bulto en los pantalones de su hijo, pero creyó haber sido solo parte de su imaginación.

Supongo que sería la última broma que haría aquel día sobre comida.

Aquella noche, le preguntó a su chantajista, y este le contestó: ‘’Cada día que pasa tengo más ganas de joderte viva. Me gustaría darte ese hotdog que tanto quieres… Como tu hijo, estoy seguro de que Saul también quiere llenar tu pan con su carne’’

Bárbara volvió a decirle que estaba enfermo, pero no dijo nada más.

 

<< Día 10 >>

Petición: ¡Por fin es viernes! Tu hijo te pedirá algo. Tranquila, no le he contado nada sobre nuestro trato, le he dado una idea y tengo el presentimiento que te lo va proponer… Dile que sí a todo.  Ah,… Quiero que lleves el mismo tanga de ayer, tampoco te pongas sujetador… Ayer estabas espectacular.

Era viernes, por lo que saldría mucho antes del trabajo. Llegó a su casa muerta de la curiosidad, pero su hijo apenas le dirigió la palabra ya que estaba encerrado en su cuarto. Bárbara recibió un mensaje del chantajista, recordándole que debía ponerse la ropa… y eso hizo. No le había dado tiempo a lavar ese tanga… pero se lo puso igual. Saul le pidió ayuda para grabar un tiktok… Dijo que era para algo viral. Más que un video, era una especie de juego y dijo que ella era perfecta porque atraería mucha gente. Bárbara sabía perfectamente lo que era tiktok, y como sabía que no podía haber nada porno, se relajó.



El sofá podía inclinarse para extenderse, y Saul usó esto para estirar a su propia madre bocarriba con la cabeza colgando del borde del reposapiés y con los ojos totalmente tapados. Bárbara no podía ver nada, y aunque estaba tapada, tuvo la sensación de que si abría las piernas su hijo podría ver lo que había debajo de la falda, y eso no debía pasar, porque ese tanga escondía nada.
— ¿En qué consiste el juego? -preguntó, sintiéndose desprotegida e indefensa.
— Voy a poner cosas en tu boca y tú debes adivinar lo que es.
— No me gusta ese juego… ¿Qué clase de videos subes a TikTok?
— Este será el primero que subo así… Me diste la idea ayer con lo del plátano.
— ¿Quieres hacerte famoso a costa de mí?
— Sí, mama. Alguna utilidad tendrás que tener.
— ¿Perdona? -Bárbara abrió la boca, sorprendida, pero no dijo nada más.
— Primero tienes que olerla, y si no lo adivinas, lo tienes que chupar… Y si te gusta puedes tragártelo.
— A ver si adivino: Un plátano, un hotdog y un pepino.
— Cállate mama, así no tiene gracia. Ahora no hables, va a empezar el vídeo.
— ¿Por qué no puedo hablar? Luego podemos borrarlo.
— Es un directo… -le corregio su hijo.
— ¡SAUL!

Casi podía imaginarse las carcajadas del chantajista desde su escondrijo, pero no insistió. Saul puso a su madre algo frente a la nariz y le pidió que le dijera que era.
— No lo s… -Fue interrumpida por el blanco plátano entrando entre sus labios. Literalmente, Saul se folló los labios de su boca con el plátano.


Su madre pasó de tener las piernas cerradas a abrirlas ligeramente.
— Este era pequeño… A ver que tal te va con este plátano, es más grande.
— ¿Qué…? -preguntó, desprevenida. Cuando sintió un plátano de un diámetro mucho más grande tantear sus labios antes de empezar a follárselos.

Quiso decirle que se estaba pasando y que no podía tratarla de esa manera, pero una Frankfurt casi tan grueso como la banana se enterró entre sus labios. Estaba cocinado y desprendía calor, Bárbara amó tener algo caliente entre sus labios, además… Amaba los frankfurts… Casi sin darse cuenta, mientras aquel Frankfurt se atoraba contra su lengua y su garganta, se abrió mucho más de piernas. Tal vez por la falta de aire o por la propia excitación.
— ¿Qué le meto ahora en la boca? Dicen que saques la lengua…
— Saul…
— Solo es un juego, mama. Saca la lengua…
— ¿Estás grabando de verdad?
— Es un directo, pueden ver todo lo que hagas o lo que digas…
— ¿Ganarás dinero con esto?
— Si lo ve mucha gente sí, si no me cancelan antes la cuenta, claro. Ahora abre la boca…


Bárbara sintió como las rodillas de su hijo se acomodaban alrededor de su cabeza, algo caliente como el Frankfurt rozó su boca, pero era más duro.
— Dicen que quieren más… Saca la lengua… Así.
— Saul, para esto ya… -dijo a pesar de que se abrió más de piernas. No le gustaba lo que sucedía con su hijo, o al menos no le excitaba, lo que si le puso cachonda perdida fue pensar que miles de personas la estaban viendo abierta de piernas. Pensó que su hijo estaba enfocando directamente a su vagina, a su boca repleta de babas…
— ¿Qué es esto? Tienes que olerlo -preguntó Saul, y ella olió un olor a polla. No podía ser, su propio hijo estaba enfermo… Pero Bárbara pensó que no sería capaz de hacerlo, no en un directo.
— No lo sé… ¿Una salchicha? ¿Algo de carne?
— Sé mas específica
— No lo sé…
— ¿Lo pongo en tu boca?
— No… Ya está bien con este juego.
— ¿Seguro? Yo creo que te gustaría saborearlo. Dicen los del directo que quieren que lo ponga dentro. Que no podemos acabar sin adivinar que es…
— No quiero seguir con este juego.

Bárbara sintió algo duro, como un calabazin, penetrar su escote, apretado por  la camisa pese a su falta de sujetador. Se sentía muy húmeda, con el flujo desprendiéndose a través de sus muslos.
— Lo voy a poner dentro… -y lo hizo. Un enorme pepino quedó abrazado por los labios de su madre, dijo antes de apartarse de ella y dejar de grabar-. 10.000 visualizaciones, mama. Eres una mina de oro.

Enfadada, Bárbara se trató de levantar lo más dignamente posible y le reprochó haber hecho aquello.
— Soy tu madre… ¡Me debes un respeto! ¿Cómo puedes hacerme eso?
— Mama, que estás soltera…
— Y eso te da derecho a exhibirme como si fuese… ¿Qué? ¿Una puta?
— Solo era un juego…
— A tu habitación. Castigado… Y dame el móvil. No las cosas que ves.

Aquella noche, el chantajista aplaudió el directo… Y prometió que lo que le pediría mañana le gustaría aún más.

<< Día 11 >>

Petición: ¡Ya es fin de semana! Invita a tu hijo que traiga este sábado a todos los compañeros e clase que quiera. Tendrás que seducir a dos, y si te sale la oportunidad, le darás sexo oral como mínimo a uno de ellos. Para que te sientas motivada: Si no me convence que lo intentas, le diré a tu hijo lo puta que eres.

No iba a hacerle sexo oral a los compañeros de clase de su hijo. Eso era pasarse… Por lo tanto, aquel fue el primer día que desobedeció la petición y no cumplió con la exigencia. Por la tarde, descubrió a su hijo mirando una foto porno en su móvil pero, al arrebatárselo y preguntarle que estaba mirando, vio que era la misma selfie que le había enviado al chantajista días atrás. Eso sí, recortada para que no se viese su cara… ‘’Tienes tres opotunidades para desobedecerme, pero a la tercera tu hijo sabrá lo puta que eres’’.


No podía permitirse volver a llevarle la contraria. Por eso, por la tarde, recibió una nueva petición.

Petición: (Segunda oportunidad) Dile a Saul que invite a dos amigos a dormir… Tienes que seducir y animar a sus amigos a que se follen tu boca. No te niegues a hacerlo… O será peor.


Bárbara se preguntó que pasaría si se atrevía a contradecirle. ¿Sería capaz de decirle aquello a su hijo con lo que le amenazaba? Fuera como fuera, aquella vez, cedió a su petición… incluso si no sabía si llegaría tan lejos como para consentir a los amigos de su hijo.

Su hijo le dio las gracias por ser una madre tan cool e invitó a dos compañeros de clase diferentes a los de la última vez. Llegaron tarde, casi cuando había empezado a anochecer. Cenaron en la mesa los cuatros, y Bárbara podía sentir las miradas de los dos amigos de su hijo sin ningún tipo de respeto. Eran mucho más atrevidos y descarados que los dos últimos que habían invitado.



Jugaron a la consola en su habitación hasta tarde, encerrados en la habitación sin salir. Entonces, uno de ellos, un moreno con un corte en la ceja, se acercó a ella y le preguntó donde estaba el baño, pero aquella pregunta era solo una excusa… porque el baño no le interesaba en absoluto.
— Es para exprimir mi leche en tu sucia poceta.
— ¿Por qué eres tan maleducado? ¿Estás tonto?
— Me encantó el vídeo del directo… ¿Llevas el mismo tanga que ayer?
— Ah, lo viste…
— Claro que lo vi… Aunque yo no malgastaría esa boca solo con comida.
— Es que soy muy glotona -contestó con descaro.
— ¿Y te apetece una buena polla?
— No seas tan creído, niño.
— ¿Haces eso con tu hijo y luego te haces la aburrida conmigo?
— Eso era un vídeo, no es mi culpa que no sepas diferenciar entre la realidad y la ficción.
— Ese era tu verdadero yo… Y digas lo que digas me la vas a acabar chupando.
— Sigue soñando, cabrón. Vuelve a decirme algo parecido y te expulso de esta casa.
— Sigue haciéndote la difícil… Sé que vas a caer.

El chico insolente no volvió a salir de la habitación de Saul, y el otro ni siquiera asomó su cabeza. El móvil de Bárbara vibró con una advertencia… ‘’Si antes de que se vayan de esta casa no se la has chupado como mínimo a uno de los dos, voy a pasarle algo más que una foto a tu hijo.’’ Bárbara le contesto que le gustaría hacerlo, pero ese chico era demasiado desvergonzado e irrespetuoso… La única respuesta que obtuvo fue: ‘’Por eso mismo lo exijo, es mi manera de castigarte por haberme hecho perder el tiempo. Esta noche, cuando tu hijo duerma, despiértalos y que ellos se follen tu boca… Sé que lo disfrutarás’’.

El tiempo empezó a pasar muy lento desde ese mensaje, las horas no pasaban. En algún momento dejó de escuchar la televisión en la habitación de su hijo y se hizo el silencio, y justo cuando se disponía a abrir la puerta para ver si los tres adolescentes estaban dormidos, le llegó otro mensaje: ‘’Es el momento, tu hijo está dormido. Ellos están cuchicheando sobre como colarse en tu habitación y seducirte. No hará falta, porque los vas a buscar tú. Seduce a los dos niñatos irrespetuosos en la propia habitación de tu hijo. Si no quieres que se despierte… No hagas ruido. Ah, y sé amables con ellos. Por mal que te traten, nada de malas caras ni de malas palabras.’’

Cuando Bárbara entró al cuarto de Saul, llevaba puesto un pijama. No llevaba ropa interior, y no pretendía ser sexy ni erótica, los dos amigos de su hijo, que se recostaban en la cama mientras su hijo dormía en el suelo, sonreían vestidos con sus propios pijamas. Había una luz tenue apagada, casi no había luz para ver nada, pero era suficiente para poder ver los contornos y la cara de cada uno.
— Ya te dije que cambiarías de opinión. ¿Lo ves? Ni hace falta que vayamos al baño… El baño viene a nosotros.
— No podía dejar que os measeis en la cama. -se forzó a decir acercándose sigilosamente a la cama-. ¿Queréis que os acompañe de la manita al baño?
— No, prefiero que te sientes aquí con nosotros -dijo el adolescente jalando de su muñeca.
— Vaya tetas… Son enormes.
— A mí me interesa más lo que hay entre sus piernas…
— Y mira que boca… -dijo el otro-. ¿Para qué vas a usar esta boca?
— No hables tan alto -susurró irritada Bárbara-, te va a escuchar.
— Chúpanos la polla y no haremos ruido…

Los dos invitados de su hijos se bajaron los pantalones del pijama exhibiendo dos pollas duras que acabaron encontrándose con su boca. En diferentes posiciones, la agarraron del pelo y la forzaron a chupar, o a acostarse boca arriba y recibir las pollas mientras se sentaban sobre su boca. Dedos curiosos tanteaban su tanga, deseando tocar lo que había bajo el hilo negro.


Luego uno se sentó sobre su barriga y se empezó a follar sus tetas mientras el otro se follaba su boca. Permanecieron en esa posición, dándole duro a sus pechos y sus labios haciéndole desear que fueran unos irresponsables y se tomasen la libertad de penetrar su coño… Pero eso no sucedió. Primero se corrió el que se follaba sus enormes tetas, y luego, sobre su cara y contra su lengua, se corrió el otro.


La echaron del cuarto, ya no la necesitaron para nada. Se rieron de haberla dejado con las ganas y le desearon las buenas noches.

Aquella noche no le preguntó nada al chantajista, ni el chantajista le dijo nada.

<< Día 12 >>

Petición: ¡Es domingo! Necesitamos algo épico, inolvidable… No sé si Saul sabe lo que pasó entre sus amigos y tú, pero estoy seguro que al menos lo sospecha. Averigua que sabe, muéstrate receptiva y sedúcelo. Sí, te estoy pidiendo que seduzcas a tu propio hijo, no de que hagas nada con él. ¿Qué hará? ¿Te seguirá el juego? ¿Te llamará la atención? ¿No tienes curiosidad por saber que pasará? Tírale de la lengua y sácale información… Estoy seguro de que no te costará mucho.

Por la mañana estaban en el sofá, ambos sentados uno en cada extremo. Madre e hijo observaban sus móviles con interés, entonces Bárbara miró hacia su hijo y atacó.
— Cielo… Te quería preguntar algo.
— ¿Sí?
— He estado encontrando camisas y calcetines en tu cuarto… -Saul se puso a la defensiva, ruborizándose
— ¿Qué con eso?
— Pues que te estás volviendo muy desordenado. ¿Y cómo puede acumularse tanta ropa? ¿En qué la usas? -preguntó con una sonrisita cómplice.
— Bueno… No me gusta mucho ponerme la misma ropa.
— Ya… Seguro que es por eso -contestó coqueta, sin dejar de sonreír-. ¿Desde cuando se ha acabado el papel en esta casa?
— ¿Qué?
— Pues eso… Que en vez de ropa podrías usar papel, o otras cosas…
— Mama, no sé de que hablas.
— Oh, no Saul. Sabes muy bien de que hablo… No uses la ropa, no es higiénico.
— No me gusta el papel -reconoció suspirando.
— Pues tendremos que encontrar otro lugar.
— Se me ocurre algo loco -empezó a decir, emocionado de sacar el tema-. Tu taza favorita.
— Saul, yo bebo de ahí… No seas cerdo.
— Pues no se me ocurren otros sitios.
— A mí sí, pero no lo diré porque es algo que una madre no debería decir. Por cierto… Estás muy calenturiento últimamente, ¿No?
— ¿Por qué dices eso?
— No sé… Por lo de hace dos días, eso del directo de TikTok.
— Mama, eso solo fue un juego.
— Oh, lo sé… Sé que nunca harías eso conmigo. Pero eso no quita que estás caliente. Tal vez tengas que buscarte una novia.
— O una puta…



La cara de Bárbara se transformó, no le gustaba que su propio hijo usase esa palabra.
—No vuelvas a usar esa palabra, no te he educado para eso.
— Pero has dicho que tengo que encontrar otro sitio donde… ya sabes. Ya que no me dejas usar la ropa ni tu taza.
— Con que digas una chica está bien.
— Bueno, una puta también… Le pagas y no ensucias camisas.
— Antes prefiero que uses mi taza a los servicios de una puta.
— A mí me pone bien caliente pensar en eso… -dijo mientras miraba el móvil y escribía en él-. Me entran ganas de hacerlo otra vez.

Bárbara quiso decirle que no debían hablar de eso por ser su hijo, pero fue ella la que había dado pie a eso.
— ¿Y por qué no te buscas una novia? Eres guapo, seguro que puedes…
— Prefiero una puta. Me pone caliente pensar en pagar.
— ¿Te da morbo pensar en pagar a una mujer por follar?
— Sí… Me parece morboso. Pero claro, no puedo decirle eso a una chica, se ofendería… Así que tendré que quedarme con tu taza. No me mires así, dijiste que preferías que usase tu taza a una puta.

Bárbara, con el corazón hiperactivo dentro de su pecho, recibió un mensaje en el móvil. Se esforzó porque su hijo no viese el contenido de lo que fuese que tenía que decirle el chantajista. Saul estiró el cuello, queriendo ver con curiosidad quien escribía a su madre, y ella lo apartó con el pie mientras leía lo que decía su acosador número 1: ‘’Ofrécele tus servicios como puta para que no tenga que conformarse con una fría y triste taza. Por si no me has entendido, te pido que te insinúes para que use tu boca’’

Por supuesto, Bárbara dijo que no iba a hacer eso, incluso si para sus adentros no le desagradó la idea, preguntándose sobre su propia salud mental. ¿O es que acaso estaba tan caliente que estaba dispuesto a hacer una locura? El chantajista respondió: ‘’Voy a darte un motivo para hacerlo. Si tu hijo te rechaza, no vuelvo a pedirte nada. Pero si tu hijo acepta tus servicios de puta, bueno… Disfrutalo´´

Bárbara aseguró que su hijo no aceptaría… Pese a las bromas, al directo de TikTok… Pero se estaba engañando a sí misma y aceptó sus condiciones.
— Saul…
— Umm?
— ¿Tantas ganas tienes irte de putas?
— Sí… Solo por probar.
— Es decir, que si lo pruebas una vez se te quitarán las ganas -preguntó sin creerse lo que estaba a punto de decir, se puso roja.
— Sí, seguro.
— No quiero que te vayas de putas, podrías contagiarte o podría pasar algo peor.

Su hijo la miró incrédulo, porque parecía entender a donde se dirigía la conversación.
— ¿A dónde quieres llegar con eso?
— Son… Son 20$ -dijo entrecortada y temblando, pero no supo si era de la vergüenza o…
— ¿De verdad? -preguntó alegrándose y sonriendo, se puso en pie.
— Solo por esta vez… Y por fuera. ¿Vale?
— Gracias, mama! Eres la mejor.
— No puedo creerme que vaya a hacer esto… 
— Es un poco raro… Yo no te veo de esa manera, mama. Pero tu estás sola y yo también… Podemos hacer esa excepción.
— Solo será por esta vez…
— Te lo prometo -dijo él, intentando sonreír a pesar de que no dejaba de sonreír.
— Ve a buscar el dinero, te espero en mi habitación -dijo Bárbara temblorosa, sin estar segura de nada.

Saul corrió a su habitación y rebuscó en su billetera, para luego correr hacia la habitación de su madre. Bárbara había apagado todas las luces, solo entraba la del pasillo. Insistió en hacerlo a oscuras, tal vez para mantener las apariencias, pero el corazón le latía a mil por hora y su vagina estaba lubricada. Estaba totalmente desnuda, excepto por el tanga que incrustaba su hilo entre sus mojados labios vaginales.
— Cierra la puerta…
— No, quiero verte… Me gusta tu cuerpo, no quiero pensar en ti como mi madre.
— Es que no tienes que pensarlo… Son… Son 20$.
— Toma… -dijo Saul, enrollando el dinero y dejándolo atrapado entre el hilo del tanga.
— Nada de penetración. ¿Vale?
— Sí… ¿Puedo acabar en ti?
— Solo por esta vez, no quiero que manches las sábanas. Y así aprenderás a encontrar alternativas a la ropa.
— O a tu taza favorita -dijo mientras se empezaba a masturbar-. Pero he pagado… Deberías hacerlo tú.
— Cliente caprichoso -musitó Bárbara mientras sustituía la mano de su hijo por la suya, y empezó a masturbarlo.
— Dime cosas sucias, mama.
— No me llames mama…
— Puedo llamarte como quiera, he pagado. Dime cosas sucias…
— ¿Qué quieres que te diga?
— Dime que puedo correrme en tu boca.
— ¿Quieres correrte en mi boca? ¡Saul, por favor!
— Ahora no eres mi madre… Eres mi puta madre -le espetó clavando sus dedos sin previo aviso a través de su tanga inutil. 


Sobresaltada, dejó de masturbarlo e intentó impedirlo, pero ya era tarde... Su hijo estaba removiendo su interior con tres dedos. Se le hizo la boca agua... Necesitaba tener algo entre sus labios. Encima la había llamado puta. Bárbara gruñó, resignándose a que su propio hijo se restregase entre sus pechos mientras jugaba con su interior, quedó satisfecha con el notable tamaño de la polla de su hijo. Estaba dura, y su punta botaba liquido preseminal sobre su vientre. Pensativa, acabó diciendo:
— Voy a decirlo, pero no lo hagas. Córrete en mi boca.
— Mama, no puedo correrme si no dejas que me lo crea… Me estás enfriando más que calentarme -protestó quitando los dedos de su interior.
— Vale… Vale. ¿Qué más quieres que te diga?
— ¿Puedo metértela en la boca?
— Definitivamente no.

Bárbara no dejó de masturbarle ni un solo segundo, lento y suave, muy suave.
— ¿Y tus tetas?
— ¿Quieres… con mis tetas? Ya te has restregado contra ellas.
— Lo que quiero es follarme tus tetas... Venga...
— No puedo creerme que esté haciendo esto. Sí claro, cariño… Por 20$ puedes follarte mis tetas.

Saul, satisfecho, pareció indeciso si montarse sobre su vientre o sobre su cara, como si mientras se follaba sus tetas quisiera ver el estrecho tanga o la cara de su madre… Acabó optando por lo segundo: Subiéndose a la cama, sentándose sobre su vientre y escupiendo un largo y pringoso escupitajo entre sus tetas… A la mujer le chocó, pero no le dio asco… Saul empezó a follarse sus tetas, cabalgándola montando en su barriga.  Le puso el dedo en la boca y ella lo chupó, intentando no alargar más aquello y darle motivos para correrse. Bárbara tuvo que reprimir sus ganas de gemir... Se estaba poniendo demasiado caliente.


Su hijo pareció no tener suficiente con pellizcarle los pezones o jugar con la lengua que lamía su dedo, sino que empezó a acariciar su muslo, cada vez más cerca del tanga y de sus labios vaginales. Notó varios escalofríos recorrer su cintura y su vientre al sentir unos dedos ajenos después de tanto tiempo pero, en lugar de incrustarse en su vagina, jaló del tanga incrustándolo más en su coñito y se folló con más ímpetu sus tetas.
— ¿Vas a darme mi leche condensada?
— Sí… Voy a darte toda la que quieras.
— ¿Quieres follarte también mi coño? ¿Por eso juegas con mi tanga?
— Sí, puta… Quiero follarme tu coño.
— Dame la leche… Dame la leche en la cara…
— Quiero que me la chupes, mama…

El gemido y el tono lastimero de Saul la enterneció, sin atreverse a decirle que no.
— No puedo hacer eso, cielo… -contestó mientras retumbaban las embestidas de Saul entre sus tetas.
— He pagado… Escupe encima de mi polla al menos.
— … -Bárbara estiró su cuello y escupió entre el glande que salía y volvía a ocultarse entre sus tetas.
— Otra vez… -Bárbara volvió a escupir, esa vez Saul dejó la polla al descubierto y la pringosa saliva de su madre quedó colgada entre su glande y sus labios-. Otra vez… -insistió, con el glande tan cerca de la boca de su madre que este lo miró a los ojos y le dijo:
— Solo si te corres rápido…
— Sí, me correré rápido, hazlo.

Bárbara separó los labios, los abrió y besó el glande de su hijo, agarrándolo con su mano buena y empezando a masturbarlo. Al ver que no se corría, empezó a mover la cabeza mientras Saul aclamaba que se iba a correr en su boca. Se vio tentada a apartarse, esa fue su lado racional. Pero su lado sucio y de puta la hizo abrir la boca, sacar la lengua y recibir un largo disparo de semen de su propio hijo. Los dedos de su hijo acariciaron su vagina, a través del tanga interponiéndose mientras disfrutaba del orgasmo que la puta de su madre le había proporcionado.


Entonces Bárbara se revolvió bajo su hijo y se lo quitó de encima. Diciéndole con un hilo de voz:
— No quiero que vuelvas a hablar de putas, y recuerda que esto solo ha pasado una vez… Eres uno de los pocos ha tenido sexo con su propia madre, pero no olvides que solo ha sido porque quiero evitar que hagas tonterías en esta vida.
— Tranquila, mama… Estaba muy caliente y no pensaba lo que hacía. No te veo de esa manera. Claro que no se va a repetir.
— Necesito que me dejes sola, vete a la habitación o… Lo que se. No puedo verte ahora.


Bárbara estaba avergonzada, pero seguía estando caliente. Su coño seguía pidiendo polla, y eso era lo que más le avergonzaba. Aquella noche su chantajista no le escribiría y ella tampoco le haría ninguna pregunta. Intentó masturbarse, pero no pudo… Estaba caliente como el mismísimo infierno.
 
<< Día 13 >>

Petición: Vuelve a ser lunes. ¡Como odio a los lunes! Estoy demasiado cachondo, eres una puta mala… Seduce a tu hijo con todos los medios a tu alcance, quiero ver lo que te hace tu propio hijo si se lo permites.

Bárbara no vio a su hijo por la mañana, el día de trabajo se le volvió a hacer muy pesado. No llegó a su casa por la noche, y cuando lo hizo, se metió directa a la ducha. El agua corría sobre su cuerpo y no escuchó como la puerta del baño se abrió. Ella estuvo indecisa… ¿Qué debía decir?
— Mama… ¿Puedo ducharme contigo?
— Lo de ayer ya está superado. ¿No? -preguntó con voz seria.
— Sí, mama. No volverá a pasar.
— Entonces sí, cariño… Dúchate conmigo.


El agua mojó y limpio a ambos, Bárbara se aclaraba el pelo mientras le daba la espalda a su propio hijo.
— Mama. ¿Puedo hacerte una pregunta sobre lo de ayer? Solo una pregunta.
— Claro… Dispara.
— ¿Te excito?
— Cariño, no soy de piedra. Claro que me excité, un poco al menos.
— ¿Por qué te llamé puta o por lo que hicimos?
— Porque llevo mucho tiempo sin hacerlo con nadie, pero está mal. Porque no debería haberlo hecho contigo.
— Lo sé, mama. No pasa nada. No es que quiera repetirlo… -por supuesto, Bárbara supo que era mentira. Pero no le llevó la contraria-. Solo tengo preguntas sobre que significó para ti.
— Te ayudé a cumplir una fantasía -aseguró Bárbara apagando el agua y saliendo de la ducha-. Te has puesto duro… ¿Quieres volver a irte de putas? -preguntó, sonriendo agradablemente-. Es broma. Disfruta de la ducha.


Mientras Bárbara agarraba el secador y, sin usar ninguna toalla, empezaba a secarse el cabello luciendo su voluptuoso cuerpo frente a su hijo, este le dijo: Tu boca me gustó más que la ropa o tu taza favorita.
— Pervertido… Esto sobra decírselo. Pero no lo cuentes a nadie, no lo entenderían.
— Quedará entre nosotros, mama. Te lo prometo.
— Saul… ¿Te ha estado hablando alguien extraño estos días?
— No. ¿Por qué?
— ¿No has hablado con alguien que no suelas hablar?
— No.

Bárbara sospechó que su hijo le estaba mintiendo, pero no quiso insistir. Continuó secándose el pelo.
— Mama…
— ¿Si, cariño?
— Como ya estoy en la ducha, me gustaría…


Al entender a lo que se refería, Bárbara se dio la vuelta y le dio privacidad. Pero Saul quería algo más, y le dijo.
— Quiero decir que si estoy aquí no necesitaré papel o… tu taza.
— ¿No querrás usar mi boca otra vez, ya te dije que solo sería ayer?
— No, no hace falta… Me encanta tu cuerpo, y al verte desnuda… ¿Puedes posar para mí?
— ¿Qué?
— Mientras te secas el pelo… Ábrete de piernas.
— Ni siquiera ayer te dejé… No, no lo voy a hacer.

Pero, aunque dijo que no, le dio la espalda y puso el culo en pompa, regalándole unas vistas inolvidables. Su cuerpo colosal lo tentó a masturbarse, y si lo hizo, no llegó a culminar. Bárbara salió del baño desnuda, dedicándole una tímida sonrisa y cerrando la puerta en cuanto salió.

***

Al salir del baño, Bárbara se instaló con muy poca ropa en el sofá. Se limitó a mirar la televisión y su móvil mientras, ocasionalmente, observaba pasar a su hijo de un lado a otro. Como si estuviese buscando un punto débil por el que atacar pero, al no encontrarlo, se paseaba dirigirse a ninguna parte. No, era como si unas rejas de prisión, de un metal invisible, lo separase de su madre. Saul era una bestia con hambre y un trocito de carne delicioso e irresistible estuviese sentado en el sofá. Estaba segura de que, si en aquel momento se abriese de piernas, le saltaría encima.

La sola idea de haber pensado eso la abrumó, y eso la hizo cohibirse. Aquello no podía seguir así… Si no iba con cuidado, si no vigilaba sus propios pensamientos, acabaría teniendo sexo con su propio hijo.  
— ¿Quieres algo? -se escuchó decir Bárbara-. Pareces nervioso…
— Tengo hambre.
— Yo también -contestó ella.
— ¿Y qué quieres comer?

Bárbara se mordió el labio y pensó: ‘’No lo digas… No lo digas´´ su parte racional ganó, así que se mantuvo callada.
— ¿Mama?
— No sé, estoy indecisa.
— ¿Qué quieres, mama? Si quieres algo te lo traigo.
— No, cielo… Estoy bien. Come tu algo.
— ¿Hay Hot Dog?
— Pues ahí tienes el pan y el Frankfurt en la nevera.
— ¿No te apetece a ti también?
— No, no voy a cenar.




Por algún motivo que se le escapaba, o posiblemente haciéndolo sin darse cuenta, se abrió ligeramente de piernas. Lo que le había pedido en el baño lo hizo con retraso en aquel momento. Su vagina, cremosa y preparada, abrió sus pétalos carnales con lentitud y su hijo pareció prepararse para saltarse encima como una bestia sangrienta. Antes de que eso sucediese, ella se levantó se le acercó y le dio un beso en la frente antes de avisar que se iba a la cama y que no la molestase.

La noche se fue instalando, Bárbara no podía dormir. Y aunque tenía hambre de comida desear otras cosas que sabía no debía comer le produjo un nudo en el estómago. Si una semana atrás le hubiesen dicho que tenía que hacer algo con su propio hijo, sin duda alguna lo habría mandado a la mierda. Pero ahí estaba, desnuda en su cuarto, esperando a que su propio hijo abriese la puerta y le insistiese. Estaba antojada de ese HotDog… Esa carne gorda, larga y grasienta atravesando la raja de carne… Una y otra vez.

Bárbara se mordió el labio justo cuando llegó un mensaje a su móvil de su acosador favorito: ‘’¿Quieres ganar un poco de dinero? Tienes un cliente caliente y aburrido en otra parte de la casa. Y si no tiene dinero pues fíale’’ Estaba a punto de contestarle y decirle que no dijese tonterías, pero no llegó a enviar el mensaje.

A los pocos minutos, la habitación de la dueña de la casa estaba vacía. La puerta de Saul se abrió y una mujer grande, delgada, y con más desnudez que ropa, se apoyó en la puerta. Sus muslos se encontraban cubiertos por unas redes, no llevaba ropa interior y en su escote rebosaban dos aureolas que insinuaban un servicio.




— Hola… ¿Conoces a alguien que le sobren 20$?

La cara de Saul se ilumino en una sonrisa antes de serenarse y contestar:
— No sé si me compensa… ¿Qué me haces por 20$?

Bárbara sonrió y sacó la lengua, de la cual desprendió saliva.
— Dejo que te folles esta boca todo lo que quieras…
— 20$ es mucho… 10.
— ¿No crees que valga 20?
— Creo que eres una puta y no vales tanto.

Bárbara sonrió en lugar de sentirse despreciada, era parte del juego. No quería enfriar a su hijo, y por algún motivo, en ese momento no podía verlo como hijo suyo, incluso si había ciertas líneas que no estaba dispuesta a cruzar. Se apartó de la puerta y se acercó a su cliente, sentándose a su lado. La mano de Bárbara tanteó el bulto de su pantalón, que ya empezaba a  crecer. Cuando encontró la erección, empezó a masturbarla. Saul se tomó la licencia de manosear sus tetas y su culo, pero en lo último Bárbara le apartó la mano porque era ir demasiado lejos.
— Por 10$ solo puedes de cintura para arriba…
— He pagado por esa boca. ¿A qué esperas?


Saul se estiró en la cama a lo vertical de la misma y su madre, metida en su rol de puta, se enteró entre ambas piernas de su hijo y empezó a chupar con soltura. Sus labios besaron el glande y lograron arrancar gemidos de placer a su niño, que con las pelotas ya peludas la animó a seguir chupando agarrándola del pelo.
— Dijiste que puedo follarme tu boca tanto como quiera… Así que hasta que no me corra no puedes parar.
— No creo que aguantes mucho, cielo…-se rio restándole importancia.
— Ah, no? Entonces chupa… A ver cuanto tardas.


Bárbara, que estaba completamente desinhibida en lo que a la mamada se trataba, lamió en vertical, desde los testículos del adolescente hasta su cabeza. Al comprobar que le hacía suspirar que le comiese las pelotas, como una cerda enterró su boca en ellas y las besuqueó. Animado por la iniciativa de su madre, la agarró del pelo y la hizo tragar y engullir, disfrutando de las vistas de un culo muy grande, entregar las vistas de un ano y una vagina a quien quisiese mirarlas. Cuanto más ímpetu le ponía Bárbara al sexo oral, más se sorprendía de la resistencia de su hijo a acabar.



Llegó un momento en el que Saul tomó el control y tiró de su muñeca para tumbarla boca arriba. Se sentó sobre su cara aplastando sus testículos contra la pervertida lengua de aquella puta. Bárbara, sin acobardarse, se mantuvo chupando y empezó a masturbarle con ambas manos, con movimientos rápidos y suaves mientras él comenzaba a pellizcar los pezones de su madre. La espalda de la fémina se arqueó y su boca se curvó para besar el glande, dándole la posibilidad de empalar su boca… Y eso hizo.

Saul se explayó follándose aquella boca traviesa salpicando la saliva hacia los lados, una embestida, otra, otra y otra… Bárbara debería haberse cansado o aburrido, pero la su coño se mantenía en vilo con ganas constantes de ser penetrada o dejarse penetrar. El animal que se follaba su boca con aquella polla insaciable parecía olvidarse de su necesidad de respirar, y aún así la posición sexual pasó de ser una especie de L a un 69. La boca de Saul rozaba su monte venus, y su nariz podía oler la pringosa y desesperada vagina.


Cuando ya empezaba a agobiarse por la falta de aire, Saul aceleró las embestidas con ímpetu y desesperación evidenciando unas ganas de correrse, priorizando sus ganas de acabar y disparar su carga a dejar respirar a su madre, que sin éxito intentaba apartar a su hijo antes de empezar a perder el conocimiento. Saul liberó un desgarrador gruñido mientras retrocedía y se corría sobre el rostro de su madre. Ella permaneció atontada y desorientada, con ganas de orinar en aquel mismo momento.
— ¿Por otros 10$ puedo hacerte un HotDog…?
— ¿No has tenido suficiente con mi boca?
— No… Quiero hacer lo mismo con la boca de abajo.
— Eso no…
— Mama… No puedo aguantar más. Quiero estar dentro de ti.
— No me hagas esto…

Oliendo su debilidad, Saul se acurrucó entre sus piernas abiertas de par en par y empezó a restregar su polla contra su sexo completamente lubricado. Bárbara sabía que si no hacía nada, acabaría duro dentro de ello, pero se sentía tan confundida que ya no sabía que quería. La boca de su hijo empezó a besar y morder sus pezones, mientras su polla volvía a ganar volumen y dureza.
— Espera… Para…
— No puedo.
— Sí puedes, así no.
— He pagado y voy a disfrutar de lo que es mío.
— Vale, pero para…

Al escuchar aquello, Saul se interrumpió y se paró dándole algo de espacio. Bárbara, ruborizada se apartó de él y dijo:
— Vale… Pero así no. Haremos lo que quieres, pero no así. ¿Me has entendido? -se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta-. Pero hay una condición… Cuando lo hagamos, no volveremos a repetirlo. ¿Me has entendido? Asegúrate de disfrutarlo bien, solo una vez. Los dos estamos demasiado calientes, y estará bien, solo por una vez…

Si bien lo que decía Bárbara parecía ser incoherente y no tener demasiado sentido, salió del cuarto y previamente a su salida, le dijo que le diese media hora y entonces fuese a su habitación.

***

Saul escuchó desde su habitación el ruido de la ducha, y cuando se acercaban los treinta minutos de margen, escuchó los pasos de su madre cruzar el pasillo y encerrarse en su propio cuarto. El adolescente se desnudó por completo, con una sonrisa en los labios y sintiéndose complemente preparado para una segunda ronda. El chico, ya erecto por la expectación salió por la puerta y picó a la puerta de la habitación de su madre.
— Pasa…


Al abrir la puerta, estaba completamente desnuda y abierta de piernas, con la cara escondida bajo una camisa, como si no quisiese dar la cara.
— ¿Traes el dinero? -preguntó su madre, como si fuese un chiste entre los dos.
— No tengo… Voy con lo puesto.
— Entonces ven y págame de otra forma… Pero ponte el condón.
— ¿Tengo que hacerlo? -protestó.
— Claro que sí… No estoy tomando medidas anti-conceptivas. Es decir, hay peligro de que quede embarazada.
— Vale…


Saul, con torpeza, se puso el condón y se subió sobre la cama. Sorprendentemente, la vagina de su madre estaba seca por primera vez, pero estaba seguro de que no le costaría mucho prepararla de nuevo. Con el preservativo rodeando su erección, empezó a besar los pechos de su madre y a jugar con ella.
— No puedo creerme que lo vayamos a hacer -dijo él, escupiendo sobre la vagina, incapaz de esperar.
— Yo tampoco…
— ¿Puedo hacer lo que quiera contigo?
— No te emociones tanto… Da gracias de que permito que hagas esto.
— Bueno… Follaremos hasta que me corra.
— No, si quieres lo hacemos por treinta minutos… como mucho. Ya no caigo de nuevo en el error de regalarte todo el tiempo que puedas.
— ¿Lo ves? Te dije que tenía buen aguante. Mama… Pídeme que te la meta.
— Métela y ya.
— Quiero que reconozcas que me quieres dentro.
— Te quiero dentro, cariño… Soy una mala madre por esto, pero sí… Quiero que me la metas.
— ¿Y tengo que hacerlo con condón?
— Sí.
— Si no hubiese riesgo de que quedases embarazada. ¿Podría hacerlo sin condón?
— Se por donde quieres ir, cariño. No puedes hacerlo sin condón.
— Quiero meter mi Frankfurt en tu pan caliente.
— Yo también quiero que me lo metas… Hasta el fondo.
— Mama… Si solo es una vez, déjame hacerla sin condón.
— Te he dicho que no.

Su vagina seguía estando seca, incluso si Saul le había escupido encima. Incluso si Bárbara no quería reconocerlo, no le excitaba hacerlo con condón. Para sus adentros pensó que solo faltaría eso.
— ¿Y si se rompe?
— ¿Qué?
— Si se rompe no sería culpa mía…
— No se va a romper.
— Pero… ¿Si se rompe…?
— No podría darme cuenta… No hay diferencia para mí con o sin condón.



Saul empezó a restregar la polla contra su vagina y, misteriosamente, empezó a lubricar de nuevo.
— ¿Vas a metérmela ya, amor? -dijo mientras observaba como su propio hijo fingía pajearse mientras trataba de romper el condón, dándolo de si.

Cada vez estaba más húmeda. A Bárbara le pareció que la goma elástica del condón empezó a darse de sí, y eso la hizo ruborizarse más, pero no dijo nada… No podía ser, pensó… Le excitaba pensar hacerlo sin condón.
— Métela ya…
— Voy a romper el condón dentro de ti y vamos a hacerlo al desnudo.
— No digas eso… Eso me quita las ganas.
— Pero estás muy mojada.
— Oh, no… -gimió al sentir el glande encapuchado penetrarla, sabiendo que si se rompía, sería totalmente culpa suya por consentirlo.
— Está desgastado el condón, se puede romper… -musitó aliviado al clavarla hasta el fondo.
— Entonces no te muevas demasiado rápido o se romperá… -respondió Bárbara, respirándose rápido: Lo estaba haciendo, le estaba alentando a que lo hiciese.


Como una locomotora antigua, empezó a meter y sacar a un ritmo muy lento, acelerando muy despacio. La boca de Saul buscó encontrarse con la lasciva boca de su madre, pero esta lo evitó. Besarse con su propio hijo era demasiado, pensaba mientras las pelotas de Saul aporreaban su ano sin vello.
CHOP CHOP CHOP CHOP CHOP CHOPCHOPCHOPCHOPCHOP
— Hmmm Hmmm… No vayas tan rápido… Ahhh…La fricción lo va a romper -gimió descontroladamente mientras Saul, esforzándose por besarla en la boca, se conformaba con morderle el cuello y amasar con sus manos sus enormes ubres.

PLAS, PLAS, PLAS, PLAS… Las embestidas se volvieron lentas pero brutales, el tamaño era perfecto para llegar hasta el fondo… y un poco más. Saul permaneció a ese ritmo, viendo como su madre agarraba un gran cojín de la cama y enterraba su cara y sus tetas bajo ella. Mordiéndola para no gritar.
— Estoy cerca de correrme…


‘’Accidentalmente’’ Saul calculo mal y su polla engomada salió disparada fuera de la vagina, disparando perdigones de flujo vaginal en todas las direcciones. El muy descarado y desvergonzado, sin molestarse en disimular, dejó caer algo flácido y pringoso sobre su vientre, muy cerca de su vagina y volvió a clavarla hasta el fondo. El sexo pasó a ser mucho mejor: Saul se movía mucho mejor, hacia los lados, de costado… Su culo se convirtió en un torbellino de embestidas vigorosas mientras aquel húmedo CHOPCHOPCHOPCHOPCHOP resonaba en su habitación.
— Aunque tengas el condón, córrete fuera…
— No sé si podré… -dijo antes de reconocer que estaba a punto de acabar-. Ya llego… Ya llego…
— Ah, ah, ah, ah… Hazlo fuera… Hm.. Hm.. Hmm….
— No voy a poder…
— Fuera…

Entonces la boca de Saul la calló con un beso con lengua mientras lanzaba las últimas embestidas antes de disparar su carga. Iba a correrse dentro y ese pensamiento hizo correrse escandalosamente a Bárbara con energía abriéndose más de piernas incapaz de apartar a su hijo, con piernas temblorosas y la obscena lengua de su hijo saboreando su boca, sintió como el glande de su hijo, duro como una roca se clavaba en lo más profundo de su ser y vaciaba sus pelotas ahí mismo… Dentro del ``condón´´.


Saul se levantó de la cama, apagó la luz de la habitación y se estiró a oscuras con su madre. Ninguno de los dos hizo ningún comentario sobre el condón o sobre aquella corrida interna, que empezaba a desbordar su interior carnal sobre la colcha. Saul abrazó a su madre y la besó, aunque al principio quedó paralizada, no tardó en corresponder sus besos con lengua y sus caricias.

En la oscuridad de la habitación, su hijo embistió entre sus piernas una tercera vez, fue mucho más larga que las otras dos juntas y su lívido y sus ganas de besarse como un par de enamorados no se apagaron hasta que finalmente, Saul se corrió dentro de su madre por segunda vez y se quedó dormido entre sus tetas.


En algún momento de la noche se encendieron sus ganas mutuamente y sin mediar palabra volvieron a follar, restregando sus sexos hasta volver a quedar dormidos. Bárbara, cada vez que volvía a dormir, lo hacía del puro agotamiento, sin ser capaz de igualar la stamina de su hijo.


En algún momento de la noche agarraron el sueño profundo, y no volvieron a despertarse hasta pasado el mediodía. Cuando eso pasó, un renovado Saul tanteó el cuerpo desnudo de su madre y se frotó contra ella, invocando una erección entre besos de buenos días… Y volvieron a empezar llenando aquella habitación de chapoteos húmedos y de embestidas sucias. Mientras los gemidos profundos de Bárbara resonaban y animaban a su hijo a continuar.



Definitivamente, Saul había abandonado las camisas, los calcetines y la taza favorita de su madre. En aquel momento, ella era el contenedor para sus disparos de leche, y si eso debía ser una preocupación para ella, tardó mucho en demostrarlo.


<< Día 32 >>

El móvil de Bárbara estaba con la pantalla apagada, pero su interior residía un mensaje para quien lo leyese, que rezaba lo siguiente… Petición: Tu hijo invitará a esos dos compañeros de clase que tanto odias… Cuando llegue la noche, cuélate en su habitación y déjate joder por los tres sin condón. Ahora tomas la pastilla… No importa. ¿No? A menos que se te haya olvidado tomarla… Eso sería muy irresponsable por tu parte.

Era de noche y Bárbara se encontraba vestida con una blusa de guerra. El silencio y la oscuridad eran en aquel momento su aliada… Tenía la píldora anti-conceptiva en su mano y estaba indecisa sobre si se le debía olvidar tomarla o no.

``Accidentalmente´´ se le cayó la píldora al suelo y se levantó con su desnudez parcial, entrando a la habitación de su hijo Saul. Los tres parecían dormidos, y por eso cerró la puerta con cuidado, caminó por la habitación con sigilo y se reunió con su hijo.

CLOP… CLOP… CLOP… CHOP… CHOP…CHOP…CHOPCHOPCHOPCHOP
Al principio los golpes fueron de sonido seco, pero fueron humedeciéndose y acelerándose, despertando a los amigos de Saul que no tardaron en unirse a la follada de aquella mujer rubia.


Bárbara chupó una polla que no sabía de quien era, fue penetrada sin condón por otro que perfectamente podría haber sido Saul y alguien se folló sus tetas. Cuando se cansaban de esa posición, simplemente rotaban o cambiaban a otras maneras de joderla. Alguien se corrió en su boca, desahogando sus pelotas en ellas. Sintió unos besos en el cuello y unas embestidas enérgicas entre sus piernas.


La pusieron a cuatro patas y se turnaron para follársela como una perra entre los tres. Corriéndose cada uno dentro de ella.


Las horas fueron pasando, y mientras dos dormían, uno se la follaba, sin prisa pero sin pausa y, cuando volvía a correrse, sustituía a otro de los dormidos. Al final, Bárbara apenas dormía y no le daba tiempo de ir al baño a orinar. Servía únicamente para ser follada, tan mojada que nunca llegaba a sentirse escocida. Cuando por fin se cansaban de ella y la dejaban dormir, ya era turno de ir a trabajar mientras esos cabrones dormían plácidamente en la cama.


Definitivamente, los odiaba…

… Pero amaba sentirse una mujer deseada, incluso si eso significaba ser una mala madre.


<< Día 70 >>

Petición: Odio los lunes… ¿Preparada para mejorármelo?

FIN.


4 comentarios:

  1. El motivo por el que he hecho un spring para este micro-relato es porque me divertía la temática y no suelo escribir sobre incesto. Creo que es la primera vez que aplico el género madre-hija desde 2015, pero bueno, posiblemente me equivoco.

    La gracia reside principalmente en las imágenes, pero hay diálogos que me han parecido muy morbosos. Si lees esto y te animas, me gustaría saber tu opinión. ¿Vale la pena el relato o no?

    Como sea, gracias por leer!

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  2. Bárbara se habrá dado cuenta en esos 70 días que pasaron ; que el pervertido era realmente su hijo?? 🤔
    Pero me gustó el relato. Y te lo considero como un macrorelato jajaja porque no parece ser micro 😁.
    Siempre vas de menor a mayor con el tema de erotismo en tus historias y siempre se te agradece por eso

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  3. Y si....la verdad que valió la pena leerlo ; por el morbo que le das

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  4. un lujo ya lo utilice 3 veces , hasta se podria alargar... de todas formas sigo esperando las chicas pizza para llegar a mi clímax máximo

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